Durante el siglo XII y principio del XIII, los guerreros defendían sus piernas con calzas de malla y, a finales del siglo XIII, aparecieron en Francia las primeras grebas que eran espinilleras de láminas de hierro que se fijaban a las pantorrillas mediante correas, apareciendo al mismo tiempo que las rodilleras metálicas. Por entonces se empezaron a usar unas grebas de piel labrada con rodilleras de acero, especialmente en Italia Septentrional, la Provenza y el Languedoc.
El siglo XIII es la época en que los guerreros se preocuparon de dar más solidez y garantía de defensa a las piernas con las grebas como parte de las armaduras, añadiendo una pieza intermedia entre ella y la rodillera articulada. Así, la greba podía cumplir mejor su función de proteger la pierna desde la rodilla hasta el tobillo. Otras eran más completas porque cubrían la pierna entera.
Las grebas usadas en Francia durante los primeros años del siglo XIV estaban dispuestas de un modo análogo a las ócreas griegas de fino cobre que cubrían no sólo la tibia, sino parte de la pantorrilla y podían ajustarse a pesar de ser metálicas.
Bien pronto nació la idea de defender también el mollar de la pantorrilla con una lámina de hierro y se inventaron las grebas de dos piezas con charnelas y ganchos, cubriendo con una tira de piel la unión de las grebas con las rodilleras.
A finales del siglo XV y comienzos del XVI, los hombres de armas llevaban unas grebas de dos piezas de las que solamente la posterior cubría por completo el talón, uniéndose la anterior al zapato de hierro o escarpe de pico de pato compuesto de láminas articuladas. Dichas piezas se abrían por medio de resortes y se cerraban con botones por la parte interior de la pierna. Las grebas, como las demás piezas de la armadura, fueron objeto de los preciosos embellecimientos que tan costosas hicieron las armaduras en el siglo XVI.