Los bolsos o bolsas son objetos prehistóricos, ya que desde la antigüedad el hombre ha necesitado transportar objetos, desde alimentos hasta utensilios prácticos para sus labores cotidianas, más si tenemos en cuenta que el hombre prehistórico era nómada.
La piel de los animales no solo la usaban para proteger el cuerpo, sino que también la empleaban para cargar cosas en alforjas atadas a la cintura o colgadas de los hombros.
Cuando comenzó el uso de la moneda, se extendió su utilización también entre las mujeres, con algunos detalles.
El bolso fue un artículo de primera necesidad, pues hasta el siglo XVI las prendas de vestir no llevaban bolsillos. Los bolsos eran de cuero y de tela.
Al principio el bolso solía llevarse colgado del cinturón. Los pueblos celtas y vikingos solían adornarlos con símbolos propios de su cultura, su arte y su religión.
Ya en la Edad Media el bolso se fabricaba generalmente en cuero de ciervo, jabalí u otros animales o en telas y sedas ricamente bordadas, se cerraban con dos cordones colgados de la cintura.
Eran objeto de regalo frecuente: en 1298 la condesa de Artois recibió una docena de bolsas de tela sarracena como obsequio de boda.
Tanto el hombre como la mujer corriente no salían a la calle sin su bolsa de piel o de tela, llegando a ser una pieza inseparable del atuendo masculino y femenino en el siglo XV.
En el siglo XVII surge el bolso estilo cartera, con adornos y cierres metálicos, incluso de oro y plata. Algunos llevaban incrustadas joyas y piedras preciosas. Eran tan apreciados, que se dejaban como herencia a los parientes.