La protección de los brazos del guerrero medieval era fundamental, pues con ellos manejaba las espadas y todas las armas en sus luchas y combates.
Esta protección a lo largo de la historia fue variando en cuanto a materiales, para garantizar su solidez en la defensa de los brazos. Los primeros eran de cueros que, poco a poco se fueron reforzando.
Aunque la máxima protección la consiguieron con los brazos articulados de hierro forjado o de acero, que aunque eran materiales que impedían o limitaban los movimientos, los fueron articulando más y mejor en diversas piezas acordes con las partes morfológicas del brazo y así conseguir la máxima maniobrabilidad.
Para un guerrero medieval experto en el combate cuerpo a cuerpo, su primer objetivo eran los brazos del contrincante, puesto que al lesionarlos dejaba fuera de combate al oponente, y era casi imposible defenderse ante la muerte segura.
La mejor protección articulada del brazo era aquella que cubría desde el hombro hasta las manos del guerrero.
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