Empezando con el siglo XI, la ropa que se llevaba por las calles de las ciudades más importantes de la Edad Media, comienza a tener un significado, aparte del uso que se le daba. La nobleza no podía llevar el mismo tipo de prenda que los pobres, hasta los colores y por supuesto las telas tenían que ser diferentes, como señal de su riqueza. Mientras que los campesinos cosían su ropa en casa, los reyes y los aristócratas tenían sus propios sastres que se ajustaban siempre a los dictados de la moda y cuanto mayor era la calidad del material, más distinguida la persona que lo llevaba.
En esta misma época, un nuevo deseo de la moda dio paso a las capas, que normalmente se ataban alrededor del cuello o los hombros, o simplemente se sujetaban con un broche. Las capas también testificaban la posición del portador, las telas, los estilos e incluso los adornos diferenciaban las clases; los campesinos nunca se atrevían a usar pieles y solo la nobleza podía permitirse el lujo de la seda.
Para reforzar la distinción, había leyes que dictaban los tipos de telas que las clases más bajas podían usar. Al mismo tiempo, cuanto más corta la capa, mayor nobleza se le atribuía al portador: el rey, por ejemplo, llevaba su capa por la cintura, los artesanos en las rodillas y los villanos en los píes.
Los colores que abundaban entre los pobres eran los naturales de las telas, gris y marrón, y si usaban tintes, estos eran los más baratos y de fácil elaboración; el mundo de los afortunados ricos, en cambio, era más alegre en cuanto a colorido, con tintes brillantes importados de África o del Oriente medio y eran habituales los verdes puros, amarillos, rosas, dorados y rojos.
A lo largo del tiempo, las influencias de otras culturas, sobre todo del mundo bizantino, han aportado muchos cambios, no solo en las telas sino también en la forma de llevar las capas, agregando bordados en oro y piedras preciosas. Para acompañar las lujosas prendas, la élite añadía espléndidas joyas, la mayoría importadas, aunque no muy brillantes ya que el corte de las piedras no se inventó hasta el siglo XV.
Los broches y los anillos eran los elementos más populares, que en muchas ocasiones llevaban algunas inscripciones; sería interesante mencionar que también existía una ley para controlar quién y qué tipo de joyas llevaba, ya que a menudo se utilizaban como garantía de los préstamos.
Ya en el siglo XV, la moda europea se caracterizaba por una serie de extravagancias y las clases más pudientes vestían ropas complejas, mientras que los pobres seguían confeccionando sus prendas en casa, con las telas más baratas.
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