Desde los primeros siglos de la Edad Media hubo un cambio del traje en Occidente. Se usaron más las calzas (especie de pantalones), tomándolas de los bárbaros que se llevaban muy sujetas desde el tobillo a la rodilla por medio de correas entrelazadas, elaboradas en paño o cuero y por lo general muy elevadas y de variados tamaños. Las capas o mantos eran más amplios en hombres y mujeres que las llevaban sobre túnicas talares.
Las amplias ropas y anchos mantos de lana y algodón con bordados de plata y pedrería, muy en boga durante la época carolingia para trajes de ceremonia y para la gente distinguida. Pero la vulgar continuaba con sus calzas o bragas, sus pantalones y su sayo o túnica corta y ceñida y su manta.
La invasión de los moriscos influyó notablemente en la vestimenta de los pueblos sometidos quienes adoptaron sus zaragüelles o anchos calzones y sus hábitos casi talares y su faja. El uso de tisúes y otras telas de seda con franjas con los que la gente rica elaboraba sus trajes desde el siglo X.
Solían llevar los españoles de la Reconquista, sobre todo desde el siglo XI, dos o tres piezas superpuestas a modo de túnicas (la túnica y la loba o sayo sin mangas, además de la camisa) siendo por lo común la superior de ellas el brial, pieza que en sus diferentes formas se adornaba con bordados y se abrochaba con botones, ajustándose al cuerpo desde la cintura arriba y pendiendo de ésta unos faldones por los lados.
Principales prendas: Las mujeres tomaron por entonces las faldas, también con los jubones y suprimieron la túnica. Toda esta innovación del traje comenzó en Italia, pero no tardó mucho en irse extendiendo por Europa aunque al principio solo fuera adoptada por los juglares y los pajes de los grandes señores.
Para abrigo y vestimenta exterior, se llevaban en la Edad Media diferentes mantos y capas, además de los sobre-todos antes nombrados. La principal materia prima de dicho abrigo era la lana.
En los primeros siglos, se usó la capa romana abrochada con fíbula por delante o sobre el hombro derecho y también la guasapa o capa con capuchón.
Siguió después el albornoz (de imitación arábiga) que era otra capa cerrada hacia el pecho pero abierta y de gran vuelo por abajo y en los últimos siglos de la época se acortaron la capa y los sobre-todos que antes llegaban hasta los talones.
Para cubrir la cabeza estaba en uso entre los hombres de aquella época el sombrero o casquete cilíndrico o semiesférico o un turbantillo a modo de pañuelo enrollado mientras que las damas solían llevar una cofia terminada en puntas.
Para calzado servían según la clase social del sujeto, las antiguas sandalias, los zuecos, los borceguíes y los zapatos muy puntiagudos e incluso las mismas calzas, que a menudo llevaban adheridas al pie unas suelas puntiagudas y largas. Las señoras elegantes calzaban en los siglos XIV y XV altos chapines, especie de chanclos con corcho muy grueso sobre la suela, costumbre que se extendió hasta el siglo XVII.
Para los niños también había una indumentaria medieval que, generalmente, era a imitación de sus padres, pero en tamaño reducido.