Desde la antigüedad los hombres han llevado túnicas, desde los hebreos, griegos, egipcios y romanos hasta los caballeros templarios. Las mujeres también las llevaban como complemento de sus vestidos. Generalmente se ponía por la cabeza y se ceñía al cuerpo con un cinturón.
La túnica continuó siendo una vestidura ampliamente usada, variando su longitud y la de sus mangas. Solía llegar hasta las rodillas para los hombres y hasta los tobillos para las mujeres, y se usaba generalmente sobre la ropa interior (la camisa y las calzas que evolucionaron a partir de las braccae).
Los tejidos de los que se fabricaba solían ser la lana y el lino, reservándose la seda para las más lujosas. Entre los anglosajones de la Alta Edad Media, las túnicas se solían decorar en cuello y puños, tanto en las vestiduras ricas como en las pobres.
La túnica, como prenda de vestir, sigue siendo muy actual y en la moda del siglo XXI aún se siguen confeccionando trajes y vestidos con estilo de túnica.